La vida de todas las personas presenta altibajos emocionales, momentos en los que rebosamos de felicidad, alegría y entusiasmo. Y otros momentos mucho más difíciles, en los que parecemos sumergidos en una avasalladora tristeza y melancolía. Es importante entender esto, no obstante, también es crucial detenerse a analizar estos momentos desde una perspectiva crítica y objetiva. Es totalmente normal sentirse triste y decaído de vez en cuando, pero deja de serlo cuando la proporción es mucho mayor a los momentos de alegría y felicidad. Cuando la mayor parte de nuestro tiempo nos la pasamos en una constante tristeza y carga emocional negativa, entonces podemos ser víctimas de la depresión.

A muchas personas no les agrada relacionarse con este término, pero la depresión es mucho más común de lo que creen. Y mucho más aún en estos momentos tan inciertos y cambiantes. Ahora, para entenderla un poco más a profundidad, hay que definirla en términos simples y concretos:

La depresión es un problema de salud que provoca un estado de tristeza constante y desinterés por la mayoría de las actividades.

Con mucho trasfondo en el significado, la definición simple ya permite a muchos identificarse y detectar un posible estado depresivo. Eso ya consiste en el primer paso para su tratamiento, la identificación del problema. Para lograrlo con éxito, es importante, primero, abandonar toda idea asociativa de la depresión con locura o incapacidades mentales. Sino como un simple padecimiento que puede sucederle a muchos, y que puede ser contraído, así como la gripa, un resfriado u otras enfermedades. Con la mente despejada de ideas vagas y malentendidas, es momento de ahondar mucho más en la profundidad de este padecimiento.

Síntomas

Contrario a lo que muchos pudieran pensar, es importante mencionar que la depresión, así como otras enfermedades, requiere de un tratamiento puntual y específico, de acuerdo a las circunstancias individuales. Por ello, hay que saber identificar los diferentes síntomas:

Emocionalmente:

–       Tristeza constante, que puede interpretarse con desánimo y/o llantos espontáneos sin aparente razón.

Te puede interesar:
La música, un detonador emocional para la toma de decisiones

–       Frustración constante e ira, presente hasta por cosas insignificantes.

–       Desesperanza o sensación de vacío personal.

–       Irritabilidad constante.

–       Pérdida de interés en las actividades que antes se disfrutaban, o por cualquier actividad en general, hasta las más cotidianas.

–       Pérdida de interés en las amistades, en la familia, etc.

–       Constante sentimiento de culpa, excesiva autocrítica y fijación en fallas del pasado.

–       Mucha sensibilidad al rechazo y necesidad constante de aprobación ajena.

–       Dificultad para mantenerse concentrado, para recordar, para analizar y tomar decisiones.

–       Sentimiento de angustia por el futuro, desaliento por lo que puede venir.

–       Pensamientos frecuentes de suicidio.

Conductuales:

–       Cansancio constante y crónico, pérdida de energía sin aparente razón o esfuerzo previo.

–       Dificultad para dormir o sueño demasiado prolongado.

–       Alteraciones en el apetito: pérdida, aumento excesivo, malos hábitos, etc.

–       Consumo frecuente de sustancias como alcohol, drogas, entre otras.

–       Inquietud constante, no poderse mantener quieto o enfocado,

–       Dificultades o diminución de agilidad mental, rapidez del habla o movimientos corporales (que antes no se presentaban).

–       Dolores de cabeza sin razón aparente o notable.

–       Mal rendimiento en las actividades como escuela, trabajo, etc. Así como aislamiento en estos entornos.

–       Pérdida de atención en cosas, antes, muy importantes, como la higiene, la salud, entre otros.

–       Autolesiones, pudiendo ser también los tatuajes, perforaciones o cortes excesivos y constantes.

–       Planes o intentos de suicidio.

Tratamiento

Es importante recordar que estos síntomas por si mismos no son indicativos de una depresión, pero cuando son constantes, conjuntos y persistentes, lo más probable es que pueda tratarse de este padecimiento. Una vez se han identificado, lo más recomendable es asistir con un especialista en psicología o psiquiatría, pues serán ellos los que, de mejor manera, te monitorearán y te canalizarán hacia el mejor camino. Por ello, es importante que, al igual que un médico de cabecera, tengas en tus contactos a un psicólogo de confianza, con quien puedas acudir en cualquier momento.

Te puede interesar:
Google Trends: ¿Los cigarros electrónicos son menos dañinos? En EU ya lo indagan

Ahora bien, hay que recalcar la importancia de no abandonar este tratamiento, aunque ya hayamos superado el periodo depresivo, pues (como ya se ha mencionado en repetidas ocasiones), el padecimiento puede repetirse, o peor aún, empeorarse. Además, siempre es bueno mantenerse chequeado por profesionales, pues los trastornos psicológicos, al igual que los de salud, se van desarrollando con el tiempo, y es mejor detectarlos y trabajarlos en etapas tempranas, para que no empeoren hasta puntos críticos o insuperables.

Mantente siempre al tanto de tus emociones, de tus actitudes y pide a otros que te avisen cuando vean algo raro en ti, pues muchas veces estos cambios pasan desapercibidos al ser propios. Y no dudes en pedir ayuda, con el tiempo verás que fue lo mejor que pudiste haber hecho.