Ya en el siglo XX, el escritor de ciencia ficción Isaac Asimov había incluido en sus historias las famosas 3 leyes de la robótica, que invariablemente se programaban en los cerebros positrónicos de los seres artificiales que poblaban sus historias.
Esas leyes servirían de freno a los robots, para que no se salieran de control y se rebelaran contra la humanidad que los creo. Hoy, el futuro nos ha alcanzado y las empresas que desarrollan inteligencia artificial comienzan a incluir, al menos en sus estatutos, algunos lineamientos para que no haya peligro al momento de trabajar con la inteligencia artificial (I.A.).
Google prometió que no utilizará la I.A. en aplicaciones relacionadas con armas o espionaje, como parte de una nueva serie de principios diseñados para determinar su uso.