La semana pasada se cumplió un año del día en que mi fiel escudera y yo tuvimos la peregrina idea de casarnos en el ahora demolido McDonald’s de Polanco.
Tanto entonces como ahora, muchos me preguntan por qué me gustan las burgers de ahí. Me cuestionan porque catalogan estas hamburguesas como muy malas. Yo las defiendo y defenderé siempre porque pienso que la cheeseburger clásica (sí, la chiquita, la de la Cajita Feliz, la original) es exactamente lo que uno imagina cuando piensa en una burger. Es lo más cercano a la perfección. No es solo mi modo de verlo, es también el de muchos críticos hamburgueseros.
Tiene el tamaño y la configuración ideal para una hamburguesa fast food. No le falta ni le sobra nada. Sus 4 onzas (113 g) son suficientes para satisfacer. A pesar de que la carne solo pesa 2.8 onzas (80 g), es un buen bocado. Para mí, dos o tres son suficientes (o una, si es que después viene una Big Mac o una Quarter Pounder)