Los procesos electorales son en muchos de nosotros un catalizador de nuestro aletargado instinto político, lo cual sin duda está mal. No obstante, creo que éstas inquietudes postelectorales deben ser aprovechadas para generar discursos políticos a nivel de cancha sobre lo que pasa en nuestro país. El diálogo y la reflexión deben ser el trampolín desde donde los mexicanos partamos hacia una democracia más fuerte y más sensata.

Por ejemplo, para mí, lo más relevante del pasado proceso electoral del Estado de México en junio, es que nos permitió dilucidar lo que serán (o no serán) nuestras opciones frente a las próximas elecciones de 2018. Mi primera conclusión es que prevalece con fuerza la reticencia al cambio, que pareciera nos está anclando al pasado y privándonos de un futuro más prometedor.

El PRI ha sido el gran ganador de la jornada, aún con sus pírricas victorias; mantiene su instinto de supervivencia irreductible. Me parece inverosímil que hayan ganado a nivel local y estatal, ahí donde el PRI lo ha hecho peor, incluso ahí donde lo ha hecho peor de lo peor (Coahuila y Edomex) e incluso con candidatos que personalmente participaron de esas pésimas administraciones (Riquelme con los Moreira y Del Mazo en los de toda su parentela). Pese a que (y hay que decirlo), hay loables y rescatables logros del gobierno Peñista, el PRI no constituye una opción viable para nuestro futuro. Un partido anquilosado en sus bases corporativistas, en sus prácticas electoreras y sobre todo, hundido en una corrupción rampante; aún ni con sus mejores y más capaces elementos tecnócratas (que sí los tiene), no debe ser una opción para 2018. Debemos optar por un gobierno con solvencia moral que le provea legitimidad y fuerza (y no precisamente la fuerza del Estado). Si bien, en este punto en específico no hay muchas opciones; sin duda el PRI encuentra en esta condición la antípoda de su definición.

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Por otro lado está la opción que ofrece López Obrador, que más allá de las intenciones satanizadoras de sus múltiples detractores quienes piensan que Obrador hará de México una “República bananera” con su “Comunismo tropical” (Lo cual sinceramente no creo que pase). Creo que sí existen serias y fundadas razones para ver en este individuo y en su movimiento, un riesgo genuino para México y nuestra imperfecta democracia. Su probada intolerancia, autoritarismo, mesianismo, populismo y su más reciente actitud de cambia capas, evocan lo peor del PRI. Ese PRI de los 70’s, el de las guayaberas y los discursos apoteósicos. Del populismo y el corporativismo de Estado. El que tiende la mano a amigos y enemigos con el único fin de alcanzar el poder. No, López Obrador no es una opción hacia el futuro, es parte de nuestro pasado y ha llegado la hora de darle la vuelta a la página.

Entonces sí a que, porque efectivamente; describir a los indefendibles no ofrece tampoco ninguna opción hacia el futuro. Sería demasiado ambicioso ofrecer una sola solución, eso es demasiado Artúrico y suena como a la piedra filosofal. Creo que hay que iniciar el diálogo ya y ofrecer ideas, opciones, puntos de vista; y sobre todo y llegada la hora, decidir y participar. Porque eso sí, la democracia es imperfecta como imperfectas son nuestras sociedades. No habrá opción pletórica ni candidato irrefutable. Pero vale la pena empezar por algo y empezar ya.

Personalmente creo que la opción es generar un movimiento inspirado e inspirador, ciudadano e independiente. Que está difícil, que es imposible, que no hay quién… pues sí efectivamente, suena difícil, imposible y tampoco hay quién… Pero ese es el punto. No se necesita un quién, se necesita un quienes. La grandeza no reside en una sola persona, es un ideario colectivo, una evocación hacia nosotros mismos como país. Como mexicanos, debemos superar nuestros complejos y optar por un futuro diferente. No podemos renunciar a un México distinto sólo porque así ha sido siempre, porque aquí nos tocó vivir o porque México no es ni nunca será Francia. El cambio es la materia prima de la historia, el más poderoso común denominador que nos hace seres humanos y no debemos renunciar a él.

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Efectivamente, México no es Francia; pero no por ello debemos ver lo que ocurre del otro lado del charco como algo que le pasa a alienígenas de una galaxia distante. Sin duda México deberá encontrar sus propias fórmulas, pero desde el discurso progresista del éxito, de la gallardía, de la alegría, de la justicia y del no tener miedo. México debe aspirar a convertirse en su pleno potencial.

Creo que en México hay por lo menos cientos de personas aspirantes a convertirse en un potencial Emmanuel Macron (Y de nuevo, no es que éste tipo sea Jesucristo resucitado pero creo que sí evoca algunas prometedoras ideas del progresismo que el mundo necesita). Pero para que éstas personas emerjan, es necesario crear la conciencia de lo que queremos y de lo que necesitamos. Tomar la destrucción creativa por bandera y hacerle saber a las opciones que tenemos, que no son opción.

Alberto Chávez

Acerca del autor

 Licenciado en Administración Financiera. Gerente de Administración y Finanzas de TAR Aerolíneas.