Uno de los temas que más nerviosos tiene a los mercados internacionales en la actualidad es la amenaza del nuevo gobierno de los Estados Unidos de modificar o salirse del tratado de libre comercio de Norteamérica. Este tratado firmado hace poco más de 20 años buscaba como principal objetivo lograr una integración comercial entre México, Estados Unidos y Canadá con la finalidad de consolidar la zona de libre comercio más grande e importante del mundo. Hoy en día parece muy fácil afirmar que el tratado ha sido injusto, lo cual además no viene desde un sólo sentido, pues existen sectores dentro de los 3 países que se sienten afectadas por dicho acuerdo.

Las condiciones finales de la negociación fueron un acuerdo  consensuado en su momento por los representantes de los 3 países y acorde al contexto existente hace 20 años con objetivos muy específicos. Definitivamente las condiciones actuales no son las mismas que en el momento de su firma, pero no podemos ignorar los resultados positivos.

Trump y su experiencia como empresario

Durante la campaña presidencial de 2016 uno de los puntos más explotados por el candidato Trump fue su polémica fama como empresario. Gran parte de sus seguidores consideran que si el ahora presidente puede ejercer el gobierno de los Estados Unidos de la misma forma que sus negocios, entonces podría cumplir su promesa de “Hacer América Grande Otra Vez”.

Para este artículo vamos a dejar a un lado tanto la polémica sobre si es o no un exitoso hombre de negocios o tratar de averiguar cual es la época de la Gran América añorada por sus seguidores. El enfoque estará más orientado en la naturaleza de su perfil de empresario y lo que esto puede aportar. En el historial empresarial de Donald Trump se pueden encontrar participaciones en mercados tan diversos como por ejemplo: Filetes, Juegos de Mesa o una Universidad. Sin embargo, los bienes raíces son el ámbito en el que se ha convertido en un magnate reconocido y donde radica el valor de su marca. Es también a partir de su experiencia en este ámbito donde se forjan la mayor parte de sus ideas expuestas en sus libros.

Desde mi punto de vista, es aquí también donde radican la mayor parte de los problemas respecto a sus ideas de las relaciones comerciales y de política internacional. La industria de los bienes raíces a pesar de los años sigue siendo muy básica respecto a sus fundamentos donde 3 aspectos siguen siendo los más importantes: Ubicación, Recursos Financieros e Influencias.

Si observamos dentro de la lista Forbes 2017 de los hombres más ricos del mundo, encontramos 6 personalidades dentro de los primeros 100 con participación en los bienes raíces, y al menos 2 de estos casos según las fichas de esta misma publicación tienen antecedentes legales por casos de soborno y corrupción. De estos casos también podemos observar que la mayoría de los negocios están concentrados local o regionalmente.

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Con lo anterior quiero exponer el hecho de que los bienes raíces son una industria que ha evolucionado poco en su esencia, y que además a diferencia de muchas otras industrias en crecimiento, su integración o dependencia a la economía globalizada es muy baja. Lo anterior no implica que esta sea una industria sin importancia, sino que por los aspectos antes mencionados, los empresarios que se han distinguido en este ámbito suelen ser personas con una ascendencia e influencia local que les permite entender mejor la dinámica que mueve el mercado inmobiliario de una ciudad o región bien definida.

Donald Trump es definitivamente un magnate inmobiliario que cumple estas características, lo cual le ha permitido desarrollar su negocio inmobiliario principalmente en la ciudad de Nueva York donde desde el principio de su carrera ha gozado con cierta influencia, gracias en parte al respaldo y reputación de su padre.

Del Monopoly a los juegos en línea

Tal como en el Monopoly, la experiencia que Trump quiere llevar a la Casa Blanca se fundamenta en una economía basada en la propiedad de la tierra como principal elemento de generación de riquezas. Sin embargo, el problema es que esta visión corresponde a una época previa a la Revolución Industrial, la cual esta muy alejada del ámbito actual marcado por la globalización y el uso generalizado de Internet.

Hoy en día, prácticamente todos los productos presentes en nuestra vida diaria pueden ser posibles gracias a una intrincada y compleja cadena de distribución mundial. Las economías desarrolladas como la de EEUU permiten a los consumidores encontrar en el mercado más productos, con mayores variedades, diferentes prestaciones, mejores condiciones de compra y precios segmentados que eran inimaginables hace 30 años.

Definitivamente esta economía globalizada incrementa la interdependencia entre las economías de diferentes países, y en casos como lo observado en la crisis de 2008 vemos como los problemas locales se vuelven mundiales. Si únicamente lo viéramos desde esta perspectiva se podrían considerar como válidos los argumentos proteccionistas que muchos políticos, como el caso de Donald Trump, utilizan con fines políticos para ganar adeptos. El problema de esta visión es que no se cuenta la historia completa, ya que se habla en general de las problemáticas que trae consigo, y no habla de los grandes beneficios que ahora damos por sentado debido a que llevamos mucho tiempo conviviendo con ellos.

 

Entre otras cosas la globalización ha permitido a las empresas mejorar su eficiencia a través de las economías de escala. Por poner un ejemplo, lo que Donald Trump no menciona cuando culpa a México por la pérdida de trabajos en la Industria Automotriz de su país es que en 2009 dos de las 3 grandes manufactureras de automóviles americanas se declararon en bancarrota. General Motors fue rescatada por una nueva entidad respaldada por el Tesoro de los Estados Unidos. Por otro lado Chrysler fue adquirido por el grupo Fiat, uno de los mayores grupos industriales y automotrices italianos.

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Una de las principales razones que provocaron la caída de estas legendarias empresas fue el hecho de que tardaron mucho en entender la importancia de integrarse de una forma global. Las empresas norteamericanas seguían produciendo vehículos para mercados específicos, mientras sus competidores, como por ejemplo Toyota, producían modelos globales. Esta estrategia les permitió crear economías de escala que les permitieron seguir siendo rentables he incluso llegar a establecerse como el principal productor de autos a nivel mundial. La única marca originaria de los Estados Unidos que se salvo de caer en bancarrota fue Ford, que para esas fechas ya había establecido una estrategia global unificando sus modelos a nivel internacional.

Otro caso interesante de mencionar es la agricultura. El tratado de Libre Comercio de Norteamérica permite a las grandes cadenas de supermercados o la industria alimentaria contar con los productos agrícolas necesarios prácticamente todo el año gracias a la posibilidad de que la producción no se centra en un solo origen, si no que pueden obtenerlo de cualquiera de las regiones que son parte de dicho acuerdo comercial. Esto implica que se reduzcan las complicaciones de la cadena de suministro derivadas de la estacionalidad y se cuiden los estándares de calidad.

 

El problema para el presidente Trump y sus seguidores reside en no entender que la mayoría de las industrias y economías funcionan ya bajo esta lógica. Intentar establecer un entorno proteccionista solo puede provocar un incremento en los costos de los bienes para los consumidores y una reducción de la oferta de productos.

Jugar al Monopoly implica sentarse a la mesa e intentar aplastar al contrario hasta dejarlo en bancarrota. Pero en el mundo actual, los juegos ya son muy diferentes, y hoy podemos sentarnos frente un videojuego en el que podemos estar colaborando en tiempo real con una persona al otro lado del mundo. Por esta razón, no podemos seguir visualizando las economías como islas o buscar encerrarnos en nuestras propias ideas ya que las fronteras cada vez son más efímeras gracias a Internet y una cultura global que deberíamos de seguir fomentando.